lunes, 13 de octubre de 2014

Pedir la fe que mueve montañas, la del grano de mostaza



Hay días en los que quisiera tener la fe del grano de mostaza, la fe que mueve montañas y traslada palmeras (Mt. 17, 20 y Lc. 17, 6)

Días en los que siento que las montañas que hay que mover son más pesadas e imposibles que nunca, y ni hablar de las palmeras, ahí están, quietecitas, ni la más ligera brisa las bambolea.

Cada quien tiene sus montañas y palmeras que le urge trasladar al mar: ¿las reconoces en tu vida?

Cuando recorro los relatos del Evangelio me tropiezo con lo mismo: los milagros de Jesús son la respuesta a la fe expectante de las personas que acuden al Maestro: la hemorroísa, el centurión romano, la mujer cananea, el leproso, el ciego a la entrada de Jericó,...

Siempre recuerdo que Jesús no pudo hacer muchos milagros en Nazaret, la aldea donde se había criado, porque no encontró allí mucha fe (Marco 6, 1-6). También tengo delante de los ojos lo que le dijo a Jairo cuando vinieron a contarle que su hijita había muerto: "No temas, solamente ten fe" (Marcos 5,36)

O cuando reprendió al padre del muchacho epiléptico: "¡Qué es eso de que si puedes!, ¡todo es posible para quien cree!". El hombre, que entendió de que iba Jesús, gritó con todo su corazón: "Creo, ayuda a mi poca fe"  (Marcos 9, 23-24)

Hago mía la plegaria de este buen hombre. Su humildad me conmueve. 

Sí, porque esta fe que transforma la situaciones, esta fe que logra lo que humanamente parece imposible, no es fruto de nuestros esfuerzos, es puro regalo de Dios, don de Dios.

Esta fe es hermanita de la humildad más profunda. Por eso van juntas de la mano. Es cuando te arrojas en los brazos del Señor y te rindes a sus pies, e insistes como la vieja majadera ante el juez impío, (Lc. 18, 1-8),  o como el amigo inoportuno molestando a la medianoche (Lc. 11, 5-13)

Aunque hayamos estudiado teología, aunque seamos personas muy religiosas, aunque llevemos años en los caminos del Señor, aunque dediquemos largas horas a la oración, nada de eso garantiza que tengamos la fe del grano de mostaza.

Y esta noche se la pido a Dios: Dame, amigo, este carisma de la fe del grano de mostaza. Es urgente, las montañas que tu sabes parecen más pesadas que nunca, pero tú lo puedes todo.

Nunca confiaremos demasiado en tu poder. Ayer como hoy, tú eres el mismo, y lo serás siempre (Hb. 13, 8). Para ti nada hay imposible.

Cómo es tu grandeza, así es tu misericordia (Ecl 2, 18). Amén.

@elblogdemarcelo

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