sábado, 17 de diciembre de 2011

ADVIENTO, TIEMPO DE PREPARAR EL CORAZÓN



Hoy sábado, después de una semana laboral de vértigo, he sentido la voracidad del tiempo sobre mi corazón de hombre.

Si lo pensamos con detenimiento, el Adviento es una larga meditación sobre el tiempo, no el cronológico, por supuesto, sino el teológico, el de Dios, que es siempre historia y acontecimiento de salvación para los seres humanos.

Hubo un tiempo de preparación a la llegada del Mesías, el tiempo de la alianza, de Abraham y los patriarcas, de Moisés y la Ley, el tiempo de los profetas. Período largo de espera en las promesas de Dios.

Esta étapa se cerró con la llegada de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, quien dice: "El tiempo se ha cumplido,.." (Mc. 1, 15)

Después de su muerte en cruz, de su resurrección y ascensión al cielo, del envío del Espíritu Santo, entramos en un nuevo tiempo, los últimos según el Nuevo Testamento, una étapa marcada por la evangelización y el anuncio de la salvación a todos los pueblos, mientras el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, se prepara y aguarda la segunda venida de Jesucristo, en la majestad de su gloria, y lleguemos a la consumación de los tiempos, cuando Cristo Jesús sea todo en todos.

Y entretanto, en el interim, celebramos cada año la gracia salvadora del Adviento.

Memorial del misterio de la Encarnación del Verbo, y proclamación de la llegada segunda: estar bien preparados para el encuentro con Cristo, con los lomos ceñidos y las lamparas encendidas.

Pienso que cada uno de nosotros vive también su adviento personal, pues todos nos vamos acercando día trás día, minuto a minuto, al encuentro definitivo con el Señor Jesús.

El tiempo que se nos da a cada uno es gracia y misericordia, una oportunidad para convertirnos, acercanos a Dios, y, sobre todo, vivir el mandamiento nuevo del Amor, el único tesoro que nos llevaremos de esta tierra cuando terminen nuestros días

¿Cómo estamos empleando los años de la vida? ¡Ay, Dios bendito, tremenda pregunta para el Adviento!

PD: Mientras escribo estas cosas, y cae la noche sabatina sobre la isla de Tenerife, he pensado en el abismo inmenso de la misericordia divina. En ella pongamos todos, pues somos miembros los unos de los otros, nuestra esperanza. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario