domingo, 29 de mayo de 2011

VI DOMINGO DE PASCUA: La promesa del Espíritu Santo

Jesús cuando habla, como sucedió con los discípulos de Emaús, enciende los corazones, pues de sus labios brota una palabra viva y eficaz, una palabra que penetra lo más profundo de quién la escucha, como una espada cortante de doble filo.

Es la Palabra que María guardaba dentro de sí, y ponía en práctica cada mañana en Nazaret, la que empapa la tierra y no regresa vacía al cielo, la que renueva la mente y hace nacer de nuevo en Cristo Jesús.

Hoy la Palabra nos anuncia la promesa del Espíritu Santo.

Que se inflame todo nuestro ser del deseo de Dios Espíritu Santo, que tengamos ansia de Dios Espíritu Santo, que la sed por Dios Espíritu Santo se convierta ya en la realización misma de nuestra esperanza.

Sí, esa promesa es para nosotros, hoy y aquí, en Tenerife y toda Canarias, en España, y en el mundo entero.

El Espíritu de Dios viene y nos revela quiénes somos: Hijos muy amados de Dios, creados a su propia imagen y semejanza, llamados a construir la fraternidad en la historia, a ser santos por el derroche mismo de su gracia en nosotros, destinados a participar de la gloria del Resucitado.

El Espíritu de Dios viene y nos revela quién es Jesucristo: Aquel sencillo maestro que hacia milagros y anunciaba con autoridad la llegada del Reino de Dios, muerto en la cruz hace dos mil años, que ha resucitado de entre los muertos, y está VIVO. Él es el Hijo de Dios, el Mesías, nuestro único Señor y Salvador, el resplandor de la gloria del Padre, su revelador, su Verbo, por quién hemos recibido gracia tras gracia.

El Espíritu de Dios viene y nos revela qué es la Iglesia: el nuevo pueblo de Dios, el cuerpo místico de Cristo, fundada sobre la roca de la fe de Pedro, la comunidad de discípulos que persevera, con María y los apóstoles, en la escucha de la Palabra de Dios, en la oración compartida y la fracción del pan, en la comunión de vida y en el servicio de caridad y justicia, de amor y reconciliación, signo sacramental del plan de salvación de Dios para la historia.

Ahora, más que nunca, que se realice en nosotros y nosotras la promesa del Espíritu Santo, para que la Revelación/Salvación de Dios se manifieste a nuestra generación del siglo XXI, y nos sea concedida la gracia de una nueva evangelización, una nueva manifestación del amor y la misericordia, de la justicia y de la paz, del perdón y el consuelo, del gozo y la libertad, que nos han sido dados en Jesucristo, Señor y Salvador nuestro. Amén.

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