sábado, 15 de enero de 2011

EL SEÑOR SANA


El ministerio mesiánico de Jesús de Nazaret se centró en el anuncio de la llegada del Reino de Dios, no sólo a través de palabras, sino por medio de acciones maravillosas, sanaciones y milagros, que ratifican la veracidad de su enseñanza, revelan la identidad profunda del Maestro de Nazaret, y, sobre todo, su amor misericordioso, especialmente por los pobres, los enfermos y los que sufren.




La acción sanadora de Jesucristo, El Señor Resucitado, sigue actuando hoy en el mundo. Por medio de su Espíritu Santo, que derrama sobre la comunidad cristiana multitud de carismas, Dios concede a sus discípulos el don y la gracia de obrar sanaciones en el nombre santo de Jesús, testimoniando así que Él está vivo y que sigue sanando a su pueblo, como lo hiciera hace dos mil años por los polvorientos caminos de la Galilea del siglo I.

La sanación es siempre una respuesta a la oración de fe por los enfermos y por los que sufren. Hemos de orar con una fe expectante, sabiendo que para Dios nada hay imposible.

Además, hemos de orar siempre y sin desfallecer, intercediendo por los hermanos y hermanas. Este ministerio de orar los unos por los otros, es una forma práctica de vivir el mandamiento nuevo del amor.

Hay sanaciones físicas, cuando el Señor sana los cuerpos enfermos, y hay sanaciones interiores, cuando la gracia de Dios cura nuestras heridas psicológicas, la soledad, la tristeza, ...y tantos traumas que hemos sufrido a lo largo de la vida, y que dejan su secuela en la vida emocional, en lo profundo del inconsciente, condicionando el sentimiento de felicidad personal, las relaciones con los demás, y el crecimiento en la vida espiritual.

Estoy convencido que no todos necesitamos sanación física, pero sí sanación interior. Debemos entregar a Cristo nuestras heridas interiores para que Él las sane, y nos transforme por dentro con el poder de su gracia. Esto no significa que no busquemos la ayuda profesional cuando así la necesitemos, pero sabiendo que el medico o el psicólogo es un instrumento, pues la sanación viene del Señor.

Jesús es la gran medicina de Dios Padre para sus amados hijos e hijas.

Para nosotros, cristianos católicos, los sacramentos de la santa Iglesia son un gran medio de sanación/salvación que actualizan la presencia real de Cristo en la vida nuestra. En lo personal, los grandes momentos de sanación interior que he vivido en mi vida, han sido, sobre todo, por medio del sacramento de la Confesión y de la Eucaristía.

Cuando confesamos nuestros pecados al sacerdote, es Cristo mismo quien nos escucha, es Cristo mismo quien nos da su perdón, es Cristo mismo quien nos recibe y nos libera de la atadura y de la espantosa esclavitud del pecado. El sacerdote actúa "en la persona" de Cristo Jesús. Bendito sea el Señor que así ha querido quedarse y vivir entre nosotros.

El sacramento de la confesión es fuente de liberación y de sanación interior. No, no es lo mismo confesarse a solas con el Señor, pues aunque es un paso previo y necesario para alcanzar el perdón y la gracia, Jesús ha querido comunicarnos su amor y su medicina por medio de su Iglesia, a través de instrumentos frágiles y muy humanos, como puede ser un sacerdote, ministro suyo.

Lo mismo puede decirse de la Eucaristía. Jesús está vivo y presente en el misterio de su sacratísima humanidad, en el pan y en el vino, convertidos en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, que viene para sanarnos y para liberar nuestros corazones, para comunicarnos el don y la gracia de la vida nueva, la vida en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que hacen de nosotros su templo, el lugar de su morada, donde habita la gloria del Dios altísimo.

Danos, Señor Jesús, hambre de Eucaristía, pan sabroso que nos cura y nos comunica tu propia vida en nosotros.

Haznos gustar la liberación y la sanación que recibimos cada vez que celebramos la liturgia de la confesión, que tu divino perdón sea fuente de alegría y esperanza, y nos ayude a crecer como discípulos tuyos, y hermanos y hermanas de todos y todas.

Aquí les ofrezco el conocido libro de monseñor Uribe Jaramillo, todo un clásico de la renovación carismática, El Señor Sana, una introducción al ministerio de sanación, en base a la enseñanza de la Palabra de Dios, y de la experiencia de estas últimas décadas en los grupos de oración.

Ven, Espíritu Santo, aviva en la santa Iglesia los dones y carismas de sanación, para que el nombre de Cristo Jesús sea glorificado, y demos testimonio al mundo de su Resurrección.

EL SEÑOR SANA : DESCARGAR

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